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2.Abr.2017 / 01:59 pm

 

La derecha continental dirigida por el Departamento de Estado y el Pentágono le han aplicado a la Constitución Bolivariana lo que pudiéramos calificar como una táctica de guerra no convencional prolongada, con múltiples intentos de derogarla sin desestimar modalidades violentas o leguleyas.

 

Por eso gran parte de la oposición criolla carece de autoridad moral para cuestionar las posibles fallas institucionales en cuanto al cumplimiento del marco constitucional, porque su comportamiento subalterno respecto de intereses foráneos, la inhabilita para hacerse defensora o sostenedora de una Carta Magna inspirada en la Doctrina de El Libertador Simón Bolívar, cuyos dos pilares fundamentales son: 1) el Antiimperialismo, y 2) la Igualdad Social.

 

Un ligero repaso a los ataques en el tiempo de vigencia de la Constitución de 1999, nos obliga a recordar la campaña furibunda que esta derecha, con su inmenso arsenal mediático, realizó contra la aprobación del texto redactado por la Asamblea Nacional Constituyente, apelando a lo más atrasado de la mentalidad conservadora, y manipulando sobre cuestiones tan sensibles como la familia y la propiedad. Subestimaron al pueblo que la aprobó con un contundente 73%.

 

En el primario proceso de su instauración, con apenas año y medio de haber entrado en vigor, se activó la más artera conspiración oligárquica so pretexto de evitar la aprobación de las leyes que por vía Habilitante debían comenzar a poner en práctica normas esenciales del nuevo ordenamiento constitucional. Recordemos el “Paro de Fedecámaras” de finales de 2001, que activó el Golpe de Estado del 12 de Abril de 2002. Toda una trama de factura petro-imperialista.

 

Para quienes consagramos nuestras vidas a la promoción y defensa de los Derechos Humanos es muy importante fijar en la memoria colectiva este hecho bochornoso y atroz, donde la cúpula empresarial y el alto clero, conjuntamente con la elite militar heredera de la partidocracia derrotada en 1998, usurparon por 47 horas la soberanía popular, autoproclamaron un dictadorzuelo que derogó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, eliminó todos los Poder Públicos, incluidos el Legislativo, el Judicial, el Electoral y el Ciudadano, además de reservarse la potestad de destituir y/o nombrar a dedo, a los poderes estaduales y municipales.

 

Aquél pobre ser humano se había auto juramentado con el legendario: “El Estado soy Yo”. La OEA convalidó al usurpador, junto a un par de gobiernos. En el ínterin, francotiradores asesinaron a inocentes almas que fueron carne de la ambición. Unos Alcaldes “gemelos” se erigieron en crueles esbirros, violadores del debido proceso, torturadores y asaltantes de la inmunidad diplomática. No nombro a estos fascistas reincidentes para no seguir manchando la memoria de las víctimas.

 

Tampoco debemos olvidar la celebración en Miraflores y los “nombramientos” fallidos, porque la impunidad “carcome los huesos” de las naciones.

 

La Constitución Bolivariana “volvió” sobre los brazos del Pueblo Constituyente, el secuestrado Presidente Hugo Chávez salvó su vida de manera cuasi milagrosa, y la “normalidad” democrática retomó momentáneamente su cauce.

 

Los siguientes zarpazos fueron sucesivos, calculados, sangrientos, inhumanos. “Paro Petrolero” con pérdidas de vidas hasta hoy no estimadas, y económicas que sobrepasan los 50 mil millones de dólares; violencia callejera (guarimbas) con asesinatos por encargo de los sediciosos y perturbación de la cotidianidad; entrada de miles de paramilitares colombianos traídos en complicidad con políticos y empresarios venezolanos para aplicar la guerra psicológica terrorista como forma de desestabilización, con especial énfasis en la exacerbación de la violencia criminal y el narcotráfico inducido desde Colombia, que, entre otros efectos busca quebrar la moral de la fuerza pública con su enorme y corruptor poder financiero.

 

Mención aparte merecen los asesinatos selectivos de líderes bolivarianos en las luchas campesinas e indígenas, así como figuras visibles del chavismo, en todos los cuales ha estado metida la mano tenebrosa del paramilitarismo uribista.

 

Cabe mencionar en esta fase, que los logros sociales, económicos, culturales, educativos e institucionales que fueron posibles con la aplicación de la Constitución del 99 y el liderazgo del Presidente Hugo Chávez, impidieron la consumación de todas estas sediciones que hubiesen significado un tremendo retroceso democrático y en materia de Derechos Humanos; pero no podemos negar el daño sustancial que las mismas fueron ocasionando en el devenir de la vida nacional, al punto de socavar las bases sociales sustentadoras del proceso bolivariano.

 

Reflexiones sobre la interrogante ¿cuánto de responsabilidad tiene la oposición venezolana en la actual crisis socioeconómica, más allá de los errores que se hayan podido cometer en política económica? Es un reto para las mentes lúcidas y honestas que existen entre quienes adversan nuestro proyecto. ¿Cuánto daño causan las campañas mediáticas transnacionales que han intentado convertir a Venezuela en una mala palabra, con la activa y muy lamentable ayuda de voceros opositores?

 

El papel de los medios de información privados en todos estos capítulos terribles de nuestra historia reciente no dudo en calificarlo como criminal.

 

A todos estos desmanes se ha enfrentado la Constitución Bolivariana, sin olvidar la activación del referéndum revocatorio en 2004, el sabotaje electoral a las legislativas de 2005, la derrota de la reforma en la que pesaron demasiado nuestros propios errores, y el desconocimiento permanente de la legitimidad de los resultados comiciales que no favorecieran a la derecha. ¿Cómo influyeron estas coyunturas en la debilidad institucional que por ráfagas se percibe?

 

¿Cree la oposición en su conjunto que, en el supuesto que llegasen a ser gobierno, podrán enrumbar al país a mejores condiciones si las huestes bolivarianas actuásemos con la misma felonía que los ha caracterizado estos años de vigencia de la Constitución?

 

De la mano del imperialismo se nos han aplicado casi todas las formas de intervención: acciones encubiertas (CIA, NSA, MOSSAD), incursión con ejército mercenario (paramilitares), cerco diplomático (Sanciones, Decreto Obama, OEA), boicot económico (Paro Petrolero, bachaquerismo, dólar paralelo), fomento del militarismo (Bases militares en Colombia, maniobras OTAN, Plan Balboa, Operación Tenaza-Guyana), campañas de opinión (CNN y las transnacional mediática antibolivariana), mediación por ONGs (USAID-NED vía Súmate y mil más). Sólo falta la intervención militar directa por los Estados Unidos o por una coalición de fuerzas militares extranjeras dirigidas por USA-OTAN (con Colombia como ufana cabeza de playa).

 

A tales efectos los gringos han esgrimido todos los pretextos que históricamente le han servido de excusa para sus intervenciones: Seguridad Nacional o Hemisférica (Doctrina Monroe y sus sucedáneas), protección a ciudadanos estadounidenses, apoyo a la democracia, anticomunismo, defensa de los derechos humanos (el más falaz de todos), lucha contra el narcotráfico (el más cínico), lucha contra la corrupción (zamuros cuidando carne), y su última creación hollywoodense, la lucha contra el terrorismo (el que ellos practican como Política de estado a escala planetaria).

 

Tal arsenal ha soportado la Bolivariana con el escudo del pueblo trabajador, el originario Poder Constituyente (Sieyés). Soberanía Nacional y Soberanía Popular (Rousseau), fundidas en una sola fuerza patriótica, hicieron posible la sostenibilidad del hilo constitucional, ya que una Constitución no es sólo un documento jurídico, sino, fundamentalmente, un proyecto político que debe ser instaurado en un proceso social e histórico determinado (Lasalle).

 

II

 

Lo peor que le puede pasar a la vigente Constitución Nacional, es llegar a sufrir la tragedia que deslegitimó a la de 1961: haberse convertido en un inmenso cementerio de buenas intenciones.

 

La actual generación que dirige las instituciones del Poder Público Nacional, tiene en sus manos y –principalmente- en sus conciencias, la gravísima responsabilidad de tomar decisiones inapelables, sobrias, justas, viriles y científicamente sustentadas, que nos garanticen a la ciudadanía el clima óptimo de desenvolvimiento democrático, pacífico, institucional y productivo que requerimos para fortalecer la unidad nacional y la sostenibilidad de nuestra autodeterminación e independencia.

 

Este llamado increpa en primer lugar a la mayoría opositora que controla el Poder Legislativo. Deben deponer la actitud oportunista e irresponsable de pretender hacerse del poder absoluto por haber ganado una elección de diputados. Es la reiteración del golpismo que hemos relatado en las líneas precedentes, y que tanto sufrimiento nos ha costado. Ustedes colocaron la Constitución en el cadalso, cuando el 5 de enero de 2016 el personaje electo para presidir la Asamblea Nacional amenazó con provocar un cambio de gobierno en seis meses; tal provocación nos condujo al maremágnum del enfrentamiento de Poderes que hoy llegó a su clímax. Ustedes, no conformes con haber mantenido al país en una zozobra institucional, con sus vaivenes y conflictos internos, dieron un espectáculo de torpeza supina con un menú de “salidas” que terminó indigestándolos. Ustedes se hartaron de vanidades guiados por apetencias personales y grupales que dejan de ser legítimas cuando exponen al colectivo a la inestabilidad. Acepten sus culpas y dejen la arrogancia frente a un pueblo asqueado de las insanas herencias de la vieja política.

 

Cuando creíamos haber visto todas sus ineptitudes, hastiados nuestros oídos de la verborrea tan decadente como soez del engendro betancourista, vino la inimaginable ociosidad de un espíritu almidonado a declarar un “abandono del cargo presidencial” que ni en Macondo se lo creyeron.

 

Reconózcanlo, ustedes mismos botaron en la ruleta una fortuna que no ganaron trabajando, sino timando incautos y plagiando parte del tesoro que nosotros no tuvimos el acierto de saber cuidar.

 

III

 

De nuestro lado, no estaría demás un poco de humildad, autocrítica y amplitud.

 

El modelo de país que soñamos y plasmamos en el Proceso Constituyente inaugurado con el impulso de ese gran ser humano llamado Hugo Chávez, hechura de lo más genuino, profundo, fértil y raigal del pueblo venezolano, se propuso refundar la república sobre los cimientos de cinco bases: 1) la democracia participativa y protagónica, 2) el Estado federal descentralizado, 3) la nueva ética pública, 4) la economía productiva diversificada, y 5) la igualdad ciudadana y justicia social; todo sobre el desiderátum que hace posible la existencia de la nación, cual es su independencia y autodeterminación.

 

¿Cuán celosos y exitosos hemos sido en alcanzar estos principios fundacionales?

 

En la medida que se fueron concentrando las decisiones cruciales de la vida nacional en menos personas, y se replegaron cada vez más hacia la capital del país los protagonismos, la democracia participativa se ha ido debilitando al punto que el llamado “poder popular” (lo cual constitucionalmente sería un pleonasmo) quedó para invitado de tarimas y teatros. Esto lo sostengo y asumo completa la responsabilidad de tal afirmación.

 

Al Estado federal descentralizado le tuvieron miedo los centralistas desde la misma Asamblea Constituyente, y a duras penas se permitieron aprobar los tímidos instrumentos constitucionales que lo hicieran posible. Nada de la Hacienda Pública Estadal ni el desarrollo de las Asignaciones Especiales previstas. Y pensar que el federalismo es una de las fuentes del Árbol de las Tres Raíces y que el Comandante Chávez plasmó en su anteproyecto de Constitución al que poco caso se le hizo. Lo dije en la ANC y lo repito hoy: la federación descentralizada y desconcentrada es el agua para el pez de la democracia participativa y protagónica, porque a mil kilómetros de distancia es imposible ejercerla. Si no se toma en cuenta la opinión de la Venezuela toda, desde Uairén a Paraguachón y de Ureña a Macuro, esa enésima parte del Poder Constituyente que representa la venezolanidad se desvanece y pierde su esencia.

 

El Pacto de Punto Fijo, que se mantuvo por el bipartidismo adeco-copeyano durante cuarenta años, se desprestigió y se desplomó cuando el hegemonismo de unos elitistas “cogollos” bloquearon las reformas que pedían sus adeptos, y cuando el flagelo de la corrupción los convirtió en obstáculos al ejercicio de la democracia y al acceso de la gente a sus derechos elementales.

 

¿Habrá reflexionado a fondo nuestra dirigencia sobre este fenómeno del pasado que se reproduce como un fantasma corpóreo y maloliente?

 

Entonces llegamos a esa tercera base del Nuevo Estado en construcción: la Ética Pública. Es éste el flanco más débil en la estructura del edificio institucional del país. La prioridad que este hormigón espiritual de la república debió tener desde 1999 fue descuidada, y he allí la batalla que nunca debimos perder. Una amarga realidad nos azota: la impunidad. Una tara envilece al aparato burocrático: la ineficiencia. Un vicio acorrala el ánimo social: la tracalería. Las defensas subjetivas de la comunidad están mermadas por la decepción. Es un clamor agónico el de la militancia bolivariana que exige transparencia, contraloría, rendición de cuentas, solvencia, honestidad.

 

¡Qué moralizante sería auditar públicamente la deuda externa, la repartición de las divisas, las grandes contrataciones de obras y servicios, las credenciales de los magistrados, los modos de vida de las élites de ayer y de hoy, la vigilancia fronteriza, la ejecutoria de los cuerpos de seguridad y la justicia penal, los negocios de importaciones!

 

Tampoco hemos sido efectivos en la creación de la nueva economía productiva diversificada. El modelo constitucional es sencillo y claro: soberanía alimentaria, agroindustria, industrias pequeñas y medianas, manufactura artesanal, pesca, actividades estratégicas, turismo, tecnologías, servicios de calidad, comercio justo. Industrialización aguas abajo del recurso hidrocarburos. Nos contagió la adicción a la chequera petrolera y no tuvimos la madurez y la serenidad para administrar las bonanzas con criterio de familia proletaria, enloquecimos de obsequiosidad, y nos terminó emboscando la escases sin suficiente bastimento en la despensa.

 

La justicia social, fin último de todos los esfuerzos, en la que se han hecho contribuciones gigantescas que sólo la mirada mezquina de los fanatismos oposicionistas es incapaz de reconocer, ha tendido a desfigurarse entre los rigores ensordecedores de la crisis económica. Y no debemos olvidar la ley humana de las necesidades crecientes frente a la decreciente utilidad marginal del bien alcanzado, sintetizada en el sabio verso del juglar: “que cuando se tiene escudo, luego se quieren los guantes”.

 

Estos cinco dedos de la mano constitucional bolivariana, pertinentes y necesarios, en este tiempo y en los sueños por venir, merecen alcanzar la fuerza de los gladiadores y la destreza de los pianistas.

 

Pero la fanfarria no hace el triunfo.

 

IV

 

La crisis constitucional de Venezuela, crisis histórica que se enmarca en la contradicción Imperialismo vs Nación Soberana, que a su vez está en el eje geopolítico vital del Imperio hegemónico decadente, y en cuyo seno se almacena un extraordinario inventario de recursos estratégicos para el sistema dominante, tiene un carácter internacional innegable, al cual hay que ubicar en su completa dimensión geoestratégica.

 

No es de extrañar que un club de expresidentes fracasados y odiados por sus pueblos, se hayan prestado –tarifados in USA- para difamar mundialmente a la Venezuela Bolivariana, y que cualquier funcionario gringo esté opinando sobre nuestro país diariamente, no importa si ni siquiera sabe dónde estamos ubicados en el mapa.

 

En medio de las dificultades que estamos transitando, todos estos actores ven en Venezuela a una presa moribunda pero apetecible, de allí que sobrevuelen como zamuros nuestras vidas. Nada más veamos el rostro del secretario de la OEA y pensemos en la fauna carroñera que mejor lo imite. Las hienas, ¿puede ser?

 

Dijimos que a los gringos sólo les faltaba la acción bélica para imponer sus designios en nuestro país ante la incapacidad de sus agentes internos de tomar el poder político para servirles, y esta afirmación está soportada en la experiencia latinoamericana y las varias evidencias recientes en regiones como Oriente Medio y Norte de África. Pues sería el escenario más desastroso, ver descuartizada nuestra patria como le han hecho a Irak, Libia, Siria o Afganistán. Me imagino a Uribe celebrando la anexión del Golfo de Venezuela (con Maracaibo de ñapa) a Colombia, Guyana llegando al Orinoco y Margarita como Estado Asociado.

 

Las alianzas desarrolladas con sentido geopolítico patriótico, inspiradas en la visión bolivariana del Equilibrio Universal y la unidad nuestroamericana, han sido correctas, más no necesariamente nos eximen de ser objeto de agresiones prepotentes cuando el pragmatismo de intereses exógenos y culturalmente lejanos, nos dejen como el otoño a los sauces del camino.

 

Parece ficción, aunque por allí hay mucho loco enganchado al thriller.

 

V

 

En medio de la confrontación interna continuada entre los dos bloques políticos, acentuada institucionalmente tras la victoria legislativa de la oposición, la Constitución sin embargo es el punto de intersección que todos decimos reconocer; pues en función de tal “coincidencia” explícita, lo cual de por sí constituye un logro trascendente de la Carta Magna más avanzada, consultada y estudiada de toda la historia patria, nos atrevemos a formular las siguientes propuestas para un Acuerdo por la Soberanía y la Convivencia Nacional:

 

1)    Que la lucha política y las diferencias ideológicas antagónicas que nos confrontan, deben en todo momento dilucidarse en paz; que nadie en nuestro país muera a consecuencia de la violencia política; que todos los bandos en pugna renunciemos definitivamente a utilizar la fuerza y las armas contra otro compatriota. Dichas fuerzas y armas deben reservarse para la defensa de la Patria ante una agresión extranjera.

 

2)    Que reconozcamos y defendamos el carácter sagrado de la soberanía nacional y la integridad territorial, rechazando cualquier injerencia de potencia, país extranjero o grupo de países en nuestros asuntos.

 

3)    Que nos comprometamos todas las partes a fortalecer el flujo constitucional, pacífico, democrático, electoral, plural y diverso de las fuerzas sociales y políticas, así como el libre desenvolvimiento de las personas, la corresponsabilidad ciudadana, y el espíritu de colaboración que debe orientar las acciones de los Poderes Públicos. Que el presidente hasta culminado el periodo constitucional es Nicolás Maduro, y que la AN es de mayoría opositora.

 

4)    Que se le dé un voto de confianza al Poder Electoral para que finiquite exitosamente el proceso de validación de partidos y se resuelvan las objeciones formuladas legítimamente por algunas organizaciones políticas, de manera que se garantice el carácter participativo y protagónico de la democracia venezolana; y que se proceda de seguidas a establecer el cronograma electoral pendiente según los posibles lapsos constitucionales y legales.

 

5)    Que se activen con urgencia y permanencia las medidas necesarias para combatir la corrupción, la impunidad y la violencia criminal que azota a la ciudadanía e impide el normal desarrollo del país.

 

6)    Que se establezca un Plan de Rescate y Promoción Económica apoyando los esfuerzos que viene realizando el Ejecutivo Nacional en el marco de la caída de los ingresos petroleros e incorporando las propuestas que los demás sectores vienen formulando por la recuperación del aparato productivo y el poder adquisitivo del pueblo trabajador.

 

7)    Que se activen el Consejo de Estado y el Consejo Federal de Gobierno para formular políticas públicas consensuadas en materia de salud, educación y servicios públicos, atinentes a abordar estructural e integralmente estas áreas sensibles de la vida comunitaria.

 

8)    Que se terminen los diálogos elitistas y se abra un debate nacional en cada cabecera de municipio y en todos los pueblos, sitios de trabajo o estudio, para que se libere el poder creador del pueblo y se reactive la democracia constituyente por la Venezuela que queremos.

 

 

Con sincero fervor patriótico,Constituyente Yldefonso Finol, firmante de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela